Lidia Papic abraza el naif con todas las características de este arte para dar y darse a la sociedad con conocimiento y amor por el país y en particular por la Ciudad de Buenos Aires, su geografía, sus edificios emblemáticos y su mundo social. Las obras reflejan con detallismo arquitecturas de bares como La Biela, el Tortoni, Los Angelitos, y confiterías tradicionales como Las Violetas. O estaciones de tren con arquitectura inglesa, el estadio de Boca (La Bombonera) donde el fúbol es la máxima manifestación popular. Calesitas barriales plenas de color y vivencias infantiles. Grandes mercados y ferias, puntos de encuentro sociales, hoy un tanto desdibujadas por nuestros usos y costumbres, aunque algunos permanecen fieles a la tradición y son recreados por la pintora. Los conventillos como recuerdo de una forma de vida propia de la inmensa inmigración llegada al puerto de Buenos Aires. Las iglesitas levantadas en bucólicos paisajes, y sobre todo la madre naturaleza, siempre presente, y en especial, los monumentos naturales, tales como las Cataratas del Iguazú. Todo formando parte de su numerosa y rica obra, con definición de líneas y pleno cromatismo en la que Lidia Papic acentúa su personalidad pictórica. Esta pintora ha llegado a la madurez de su arte, jalonado por numerosas exposiciones en el país y en el exterior, así como también por premios y distinciones. Sus temas predilectos hacen a la esencia del arte Ingenuo: naturaleza, sociedad y religión. El arte naif permanece a través del tiempo en virtud de pintores como Lidia Papic, que observa con penetración y agudeza la realidad y la plasman con la trascendencia para llegar al espectador. Seguramente frente a un virtual, mecanizado, cibernético y abstractizante mundo, Papic, junto a otros artistas naif, claman por la afectividad haciendo propia la pregunta que se hizo el poeta Guillaume Apollinaire: «¿cómo hacer para ser feliz como un cándido niño pequeño?»

Irma Aguado | Museóloga y curadora

La autora nos invita con su obra a reconocer la intimidad de su percepción, que a través de la ingenuidad de su estilo, da paso a que el color en paleta justa, expresiva y equilibrada, se constituya en protagonista del relato plástico, y no sería obvio, la única explotación del relato meramente narrativo descriptivo del modelo.

Jorge A. Montans

La pintura ingenua se considera mayor de edad desde los tiempos en que el célebre aduanero Henri Rousseau asombró a Paris con sus selvas de leones pensativos y palmeras multicolores. Tuvieron que pasar muchos años para que los argentinos lo fueran aceptando. Hoy vemos pintores de todas las edades que cultivan el naif. Lidia Papic, la suya es una pintura encantada y participa del clima incorruptible de lo bello. Cada uno de sus cuadros es un poema cándido, narrador de escenarios y personajes mágicos. Nada se interpone frente al modelo en relación directa, ninguna noción previa nubla con prejuicios o con andamiajes técnicos, el encantamiento de su sencilla sinceridad. Papic no busca la perfección plástica de un pintor común, ni su dominio académico, sino su autenticidad en lo ingenuo, en la pureza y candor de su visión intuitiva.

Osvaldo González Centoira | Miembro de la AAGA – Asociación Argentina de Galerías de Arte

El Buenos Aires del 1900, los cafés porteños, la imagen serena del arrabal, se encuentra en las pinturas de esta artista que nos llegan con la visión nostálgica de la estampa costumbrista. Sin caer en los estereotipos de mucha pintura naif, recrea el clima peculiar de ese pasado argentino con una mirada que no deja de tener humor y una aguda captación de momentos y lugares. El Café de García, el Tortoni o el esplendoroso clima de la Confitería Ideal y su orquesta de señoritas se renuevan ante nosotros en sus pinturas. Las escenas de interior están tratadas con particular sentido compositivo. El género pictórico utilizado se supera a si mismo, alcanzando un sentido documental que aporta una visión imaginativa y sentida. San Juan y Boedo, el arrabal porteño y el mundo del barrio, con sus características propias, aparece retratado en algunas de las pinturas que ahora presenta. Con todo ello, esta artista contribuye desde su universo creativo a una visión mística de Buenos Aires. Sabemos que los mitos se alimentan tanto con datos ciertos como con lo que provee la imaginación de una simbiosis creativa, que Lidia Papic logra desarrollar en los temas que aborda. El clima nostálgico impera en sus trabajos, aun en escenas exteriores y en su tratamiento del paisaje. Ello es toda una definición estética y vital, que en su arte refleja con veracidad. Con razón decía Picasso que el arte es una mentira pero que el verdadero artista es aquel que sabe hacer una verdad de ella.

Fermín Fevre | Crítico de arte

Ganadora del 1er Premio en el Salón de Arte Ingenuo, Galería Edea 2004, ha participado en numerosas muestras colectivas, recibiendo distinciones. Su obra está bien enfocada en cuanto expresa una exhaustiva visión de un fragmento de nuestra realidad ciudadana. Como en el caso del cuadro «¿A qué jugamos?», que la artista enfoca con mucha eficacia compositiva. Los personajes están bien delineados, incluso los animales que frecuentan esos espacios. Niños, vendedores ambulantes típicos de esos lugares, globos, barriletes, banquetas, césped. Atrás un cerco de verdes árboles indican una hermosa y completa visión documental de una plaza de Buenos Aires.

Rosa Faccaro | Pintora y crítica de arte

El arte naif es una expresión que se sitúa fuera de las escuelas artísticas habituales. Nació muy lejos del Renacimiento, nunca fue vanguardia, su tradición es reciente. Las definiciones frecuentemente señalan que en su práctica intervienen pintores ocasionales, sin formación académica, autodidactas, pero hoy en día nada de eso se mantiene. Si bien sus seguidores estudian las técnicas de la pintura, su manifestación está teñida por una visión del mundo tierna e instintiva. Por ese motivo, la definición que mejor les cabe es la de primitivos modernos. Se ubican fuera de las modas, buscando hacer presente un momento idílico desde la fuerza melancólica del pasado. Lidia Papic exalta ese pasado en la obra «Orquesta de señoritas en La Ideal». Los personajes se pueden ubicar en un tiempo cronológico a partir de sus vestimentas: las capelinas acentúan una época de elegancia y pudor. La composición está planteada de manera escenográfica, por el fuerte contraste del ocre y el marrón oscuro del fondo, y una perspectiva acelerada que fuga hacia la derecha. A la manera de un friso, se suceden los accidentes arquitectónicos, columnas, pilastros, arañas y molduras. La orquesta de señoritas que ejecutan cuatro bandoneones se recorta nítidamente contra la boisserie como un elemento más de un decorado refinado del Buenos Aires antiguo. En este pasaje de la mirada que observa hacia dentro del salón, los personajes, en sus posturas coloquiales, nos remiten a una evocación nostálgica y costumbrista de un tiempo pasado que ya no volverá.

Julio Sapollnik | Crítico de arte y curador

"Lidia Papic desde el año 1992 venía estudiando en diversos talleres. Pronto halló su definición en la tendencia naif. Y lejos se imaginaba que su obra iba a recorrer el mundo e instalarse en Nueva York, España, Israel e Italia. Es que su pintura trasunta una vital humanidad desde la espontaneidad del inconciente. Sus temas son preferentemente urbanos, en ellos relata con originalidad espacios y personajes que transitan por sus ojos y captura, entonces, a lustradores de calzado dignamente trabajando en una esquina de San Telmo, en su pintura titulada «El lustrabotas». Otro cuadro es un famoso restaurant en pleno centro de Buenos Aires donde una pareja, indecisa por entrar, permanece frente a la ornamentada puerta del porteño restaurant. Su título: «Esto es Chiquilín. ¿Entramos?». Y continúa con otro lienzo: «El afilador». Él nos da la sensación abarcativa de un personaje que hace caso omiso del tiempo. Sus ropas y su actitud corporal, más el telón de fondo del famoso barrio de La Boca, se fusionan como en una vieja postal. Toda la obra de Lidia Papic unida es un tierno compendio de nuestra historia ciudadana forjada con alada autenticidad cromática. Por ello tiene su merecido reconocimiento cuando sus cuadros son exhibidos. Un buen acierto son las reproducciones de su obra que Indigrafía está últimamente comercializando a nivel internacional.

Yaco Nowens | Revista «Oleo y Mármol»

Una artista con una perfección en el dibujo que hace alarde de su talento. Su obra fue elogiada por críticos como Cesar Magrini, Fermín Fevre y Osvaldo González Centoira. Conocedora del movimiento y el trazo en las líneas que llevan a lograr una pintura naif de una excelente composición. Detallista, meticulosa, con gran poder de visualización de la realidad para trasmitirla de una manera especial, como en su obra «Viejo y querido Tortoni», excelente obra en toda su magnitud, por los personajes típicos del querido Tortoni, como así también por la ambientación arquitectónica. Tanto en sus obras «San Juan y Boedo antiguo», como en «¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos?», nos sorprende el detalle de la arquitectura, la figura humana de esa época que ensamblan con los carros, automóviles de antaño, que parecen deslizarse por las calles o firmes estacionados sobre el cordón de la calzada, luciéndose inconfundibles con el estilo que los a compaña. Lidia Papic, amante de lo bello, nos moviliza a tomar conciencia de aquello que debe ser preservado, por ser nuestro y por ser bello, de ahí que ha obtenido distinciones como el 1er Premio en Gran Fiesta del Arte Internacional en Daniel Oddone – Espacio de Arte, el 2do Premio en Naif en el Centro Abasto XXI, fue seleccionada en la 1ra Bienal de Artes Visuales Interdisciplinarias del Mercosur, Universidad del Salvador, y tantos otros que desde 1996 la han elevado como una gran artista argentina, merecedora por su arte y su trabajo. Artista consumada, poseedora de una sensibilidad lírica, preocupada por la luz, el color y el clima interior de sus cuadros. A través de la magia del arte, Lidia Papic ejerce una gran valoración de los afectos, que se reflejan en su pintura con sutileza romántica. En sus versátiles etapas creativas, elabora, con un lenguaje plástico personal, composiciones que tienen como referencia escenas costumbristas y lugares tradicionales de Buenos Aires, a los que recrea especialmente en su esencia y espíritu. Sus obras son el puro reflejo de las emociones sentidas.

Daniel Oddone

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